Es difícil no recomendar una Raspberry Pi a un aficionado a la tecnología, y de hecho somos muchos los que guardamos una en un cajón después de haber probado con ella incontables versiones de Linux. En una de esas estaba yo cuando descubrí Kano, un sistema pensado para niños del que había leído en su día, pero al que no le había prestado atención hasta ahora que mi hijo había aprendido a leer con fluidez.