Un día cualquiera, varios años después de empezar a trolear en redes sociales y foros, Alberto se arrepintió de todo lo que había hecho y decidió borrar su rastro en internet. Eliminó la cuenta falsa de Twitter desde la que boicoteaba a otros usuarios, cerró el perfil de YouTube en el que tenía vídeos en los que aparecía su cara y fue editando, uno a uno, los comentarios ofensivos que había hecho en distintos foros que no permitían suprimir las publicaciones.
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