Hubo un tiempo en el que las empresas no podían comprar ordenadores. Así que “se suscribían” a ellos

A Gustav Tauschek se le encendió la bombilla en 1932. Llevaba tiempo pensando en alguna forma de almacenar datos, y acabó patentando el tambor magnético. Él no lo podía saber, pero aquello acabó siendo fundamental para el desarrollo de la informática moderna.

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