La Red ha dejado de ser aquel curioso sitio en el que navegar un rato para convertirse en la infraestructura que soporta la mayor parte de la existencia humana. Una caída generalizada se une a la larga lista de miedos civilizatorios con los que ya convivimos con cotidianeidad. ¿Hemos hecho bien en poner todos los huevos en el cesto de lo ‘online’?