Nos maravilla la capacidad greadora (o al menos, generativa) de motores como ChatGPT o Stable Diffussion. Y sin embargo, cada vez aparecen más voces críticas con contenidos creados por inteligencia artificial. No ya por el hecho de que estén basados en obras protegidas por derechos de autor, sino porque ya estamos viendo cómo diferenciar esas obras de las creadas por el ser humano es una tarea delicada y compleja.