En una ofician de Numazu, una ciudad costera de Japón cerca del monte Fuji, hay un ordenador que ya tiene 60 años de vida. Pesa tres toneladas y si bien podría ser sólo una pieza de museo, este también funciona como el primer día. Es ruidoso, hace sonidos de traqueteo cada vez que tiene que calcular algo porque abre y cierra interruptores utilizando electroimanes mecánicos. A pesar de todo sigue funcionando, en parte gracias a un apasionado de la computación y la tecnología en general, que quiere mantenerlo con vida para siempre. ¿Obsolescencia programada? No para este ordenador.