El calor es el enemigo a batir. El «coco» de los circuitos integrados en general. Y de los microprocesadores en particular. Si se incrementa en exceso puede provocar que la estabilidad y el rendimiento de un ordenador caigan en picado, pero lo peor no es esto. Lo más grave es que una temperatura excesiva puede desencadenar procesos fisicoquímicos capaces de dañar permanentemente un microprocesador.