Aquellos que llevan más años aquí que la puerta seguramente recuerden la época en la que conectarse a Internet, además de un proceso muy lento y rodeado de chirridos, era además un deporte de riesgo. Si alguien en nuestra casa descolgaba el teléfono para llamar o para atender una llamada entrante, todo se cortaba y adiós muy buenas. Las primeras conexiones eran así. Hasta que llegó el RDSI.