Bjarne Stroustrup se ha sincerado en muchas ocasiones. No tiene ningún reparo para reconocer que durante su juventud no fue un estudiante brillante. Fue, sencillamente, un estudiante correcto. Lo que tiene, lo que ha conseguido, se debe, según sus propias palabras, a una suerte que fue acrecentándose a medida que invertía más y más horas de su tiempo en aquello que le apasionaba: la programación.